Deseaba que todo fuera un mal sueño de fiebre constante. Abrir los ojos y de pronto ver el sol desde mi ventana. Escuchar el trino de los pájaros que se balancean en los cables eléctricos y decir, ¡Es un buen día, hoy es un buen día! Buscar los zapatos bajo la cama y emprender el camino de ese pensamiento positivo. ¡hoy es un buen día! Es el sexto día que paso bajo llave, en un cuarto a oscuras. El inmobiliario se reduce a una cama, una mesa de madera vieja carcomida por las termitas y una puerta que da al cuarto de baño, con el inodoro sin asearse. Sé que son seis días porqué he contado las veces que viene el mismo sujeto a traerme tres raciones de comida durante lo que en tiempo común se llamaría día y bajo techo lo comencé a nombrar tiempo de vida. Mentiría al decirles que no comencé a tallar las paredes con el mango de la cuchara para hacer mi calendario ya conocido por las películas de ficción. También he dibujado o pretendido hacerlo, aunque mis dibujos evocan más a unos jeroglíficos egipcios o pinturas rupestres de alguna cueva olvidada y, por qué no decirlo así, he pasado estos días en una cueva moderna; con tipos armados y mal humorados adictos al crack y esos respiros de cocaína a cada tanto. A estas alturas se preguntarán qué hice para estar aquí encerrado, ya que toda acción repercute en una reacción encadenada y así sucesivamente hasta convertirse en algo diferente. Me tomaré la libertad de contarles el motivo que me trajo hasta este sitio sin ubicación conocida, por lo menos para mí.
Me llamo Santiago Elizondo, soy, lo que se conoce comúnmente como contador. Me gusta jugar con la suerte y ahora ella juega conmigo, así es. Me gustan las apuestas, la pasión incontrolable. Así que mis impulsos de apuesta me llevaron a querer más, ansiaba tener poder. Ya saben, eso que llaman codicia. Ahora recuerdo esa frase de un hombre inteligente que dice más o menos así: "Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si quieres poner a prueba de verdad el carácter de un hombre, dale poder". Y así fue, me llené de poder y codicia, mucha riqueza y con ello muchos enemigos.
Un día de esos que solía estar en la mesa de pool lanzando cartas y leyendo miradas, gesticulaciones para conocer al rival, se encontraba un sujeto que hasta ese día desconocía. Era Paco "billetes" por supuesto ese no era su nombre de pila pero entre los miembros de este medio así le llaman. Este sujeto llevaba largo rato intentando sacar su mejor mano y por su puesto no lo había conseguido, apostó 1000 grandes y fue incrementando hasta poner las escrituras de una casa de playa sobre la mesa, pensé que esas cosas eran solo parte de la imaginación que se usa en las canciones de los corridos populares, pero hasta ese momento terminó mi engaño. Para mi suerte y condena gané la apuesta. Por supuesto, no todo acabó en un apretón de manos en la mesa de apuestas. Y un día que regresaba del trabajo unos sujetos me subieron a la fuerza en una van negra. Al bajarme comenzaron a golpearme en el suelo.
En estos momentos el dolor se hace insoportable. Hace cinco días llevo una herida de bala calibre veinticinco en el abdomen, la cuál se ha estado poniendo de un color desagradable. Cada día me cuesta más poder respirar, tal vez sea por la costilla rota o seguramente la fractura me esta oprimiendo el pulmón derecho y eso me impide respirar con facilidad, o solo sea el coágulo en la nariz después de esa paliza de bienvenida. echo y eso me impide respirar con facilidad, o solo sea el coágulo en la nariz después de esa paliza de bienvenida.
Estos días de desolación me han dado mucho en que pensar y escribirlo en esta libreta que se encontraba tirada bajo la cama. Saben, en estos momentos creo que el capitalismo es la perdición del ser humano como especie servicial, te orilla si tu lo deseas a ser un hombre desalmado, corrupto; se puede llegar a hacer cualquier cosa con tal de obtener lo que se desea.
El hombre como una arma sobre su misma especie. ¿Qué es el ser humano? Solo un cúmulo de sentimientos guardados en una caja de huesos y piel dónde en sí mismo se tiene un lado ególatra y bastará un detonante para que crezca en avaricia. Bueno, que puedo decir yo, no soy un filósofo ni una pera en dulce, creo que mis consejos quedarían en otra persona la cual lleve sus palabras en hechos cotidianos. Pero, ya que se acerca la hora de mi muerte se aclaran tantas cosas, tantas que me arrepiento de algunas hechas y otras inconclusas.
Cuando lleguen a leer este pedazo de papel, ya estaré en un lugar mejor, en el cielo o en el infierno; cual sea el caso para este sujeto que en vida llevaba un nombre y un destino para su carnal gloria o desdicha misma. Ahora que saben mi historia esta vida se me escapa en un suspiro. Hasta pronto...
Por: Ulises Oliva Martínez
Editor: Sophie Herob
Comments