Iba paseando con la mirada perdida a ninguna parte, con mis pensamientos acompañándome. Mi mente era un nido de pensamientos que no me permitían darme cuenta de lo que giraba a mi alrededor. De pronto, una voz conocida y muy dulce a la vez, con su mano puesta en mi hombro derecho por detrás, hizo que esos pensamientos se desvanecieran de golpe.
¡¡No me lo podía creer!! Era Paula, una muy buena y bella amiga que hacía un montón de tiempo que llevaba sin coincidir con ella. Me hizo tanta ilusión volver a verla, que ya no me acordaba de esos pensamientos que no me dejaban ver más allá.
Empezamos a hablar y quedamos seguir con la puesta al día de cada uno en una cafetería, los dos tranquilos y con una sonrisa de oreja a oreja, felices los dos de volver a vernos.
Así que, procedimos a ir a esa cafetería y empezamos a contarnos de nosotros, de cómo nos había ido la vida hasta ese momento. Paula me contó que estuvo viviendo en pareja con un chico pero que lo dejaron por incompatibilidad de caracteres y de intereses y que ahora no estaba con nadie, solo con ella misma. Así tenía tiempo de dedicarse tiempo a si misma y de conocerse mejor, así como conocer a más personas y dedicar tiempo, también, a sus amigos más incondicionales y afines, como yo soy, según Paula, lo cual me alegra profundamente.
Y le doy un beso entre labios y mejilla. Ella me sonríe dulcemente y yo, un poco sonrojado por la situación, le pido disculpas por entrarle así después de tantos años sin vernos. Me contesta que no pasa nada, que ha estado muy bien y que me lo agradece dándome un beso en los labios.
Y con todo eso, que se acerca la camarera de la cafetería para tomarnos nota de lo que vamos a tomar. Paula se pide un café con leche en vaso y un cruasán y yo, solo un café con bebida de avena en vaso también, pues la leche no le sienta muy bien a mi organismo.Y, puestos a ponernos al día, cuando terminamos de la cafetería y de contarle que también estuve viviendo en pareja varios años pero que no funcionó, también por incompatibilidad de caracteres y de intereses, quedamos en profundizar más en nuestro reencuentro y alquilamos una habitación compartida en un pequeño y discreto hotel de la zona, un poco apartado de la localidad. Así estaremos más tranquilos y relajados en nuestra puesta al día tras varios años sin vernos. Así que, tras alquilar la habitación, cerramos las puertas del exterior y abrimos las de nuestra intimidad, para ponernos bien al día sin que nadie nos moleste.
Fin.
Por: Salvador Periz Nogueras
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