-El que tiene imaginación, con qué facilidad saca de la nada un mundo. (Gustavo Adolfo Bécquer)
Afuera la lluvia había cobrado la fuerza de una tromba, cuándo uno llega a creer que el cielo se cae a pedazos, en gotas y estruendos que iluminan la noche. Todo es humedad. En las calles comienzan ya a formarse pequeños lagos. El agua va y viene de diferentes lugares que desembocan justo frente a mi casa, ubicada cerca del Río de los lamentos.
Para matar el tiempo cuándo uno se encuentra encuartelado por la intensa lluvia, preparo un café y ese aroma invade la casa, café, lluvia, petricor y evocaciones.
Observo por la ventana, a través del vidrio con su vaho blanquecino, bebo un sorbo de café y con una servilleta de tela froto el vidrio tratando mejorar la visibilidad hacía la calle, dónde ahora se ha formado un río temporal. Ahí flotan bolsas y diferentes objetos que no llego a percibir del todo por la velocidad de la corriente que los arrastra calle cuesta abajo, sin duda continuamos siendo la peste para este planeta que nos acoge.
En lo que la lluvia llega a su fin. Para conciliar el sueño enciendo la computadora, ya que el ocio en estos momentos se intensifica.
Comienzo por abriendo los mails no leídos y uno en uno voy borrando esas diversas cadenas que habían llegado. Un momento de chat y un par de notificaciones en facebook hacen que la espera sea más amena. De pronto una luz intensa alumbra la calle y posteriormente un fuerte estallido... Aviso que un trueno acaba de caer cerca, llega otro aún más fuerte y con su estruendo hace temblar el hogar.
Ahora la calle y la habitación queda en una oscuridad latente, tanto que mis pensamientos se podrían confundir hacia otro ser. Cuando no logras notar si conservas los ojos abiertos o permanecen cerrados en busca de luz en la penumbra, es ahora que las manos hacen las veces de los ojos y se abren camino.
Ha pasado una hora en total oscuridad y silencio. El único sonido que percibo es el golpeteo de la lluvia en el tejado del cuarto de lavado.
La oscuridad comienza a desesperar, trato de dormir, recostado en la cama pienso. Una infinidad de pensamientos me impiden dormir, mientras afuera una cazuela sonaba conforme las gotas de lluvia caían sobre ella, impidiendo aún más conciliar el sueño. Decido pararme de la cama. Recordé que en el armario conservo un montón de negativos viejos y una lampara de mano. A tientas busco la puerta del armario y, en cuclillas busco la caja dónde guardo los celuloides y un montón de fotos que nunca he vuelto a ver.
La linterna, la guardo en un cajón del escritorio dónde se encuentra la computadora. Entre tropiezos y golpes con las patas de la cama u algún otro objeto, llego al escritorio, con los ojos cerrados imagino dónde está el cajón que contiene la linterna. Por suerte la linterna aún conserva dos pilas AA. La enciendo y veo mi habitación en un giro de 180° registrando con vista de águila el lugar. Para después sentarme junto a la ventana e iluminar la caja con negativos.
Acomodo los negativos por época y paisajes. Pongo la linterna detrás de uno de ellos y comienzo a relatar una historia con cada panorama que proyecto difuso en la pared, al costado de la cabecera de la cama. La primera imagen es un paisaje arbolado.
-En esa colina habitaba un pequeño hombrecillo, gruñón que siempre acudía al lago a pescar su comida...
Entre el cambio de negativo trataba de hilar una historia fantástica para un solo espectador. Cuando llego a la escena dónde mi personaje tenía una disputa sobre las tierras que le habían robado, la luz irrumpió el lugar... Después de dos horas de espera había llegado al fin la electricidad.
Sin titubear fui al interruptor del cuarto y volví a dejar el cuarto en penumbra, apagué la radio que se encendió automáticamente y retomé la historia. Ya que había recobrado la imaginativa de antes, no era momento para dejarla ir nuevamente pues la historia apenas comienza y la evocación de mi infancia ahora permea el ambiente, como la humedad que sin avisar poco a poco invade el ambiente.
- Aquel día en que el hombrecillo fue en busca de armas para reclamar los derechos de sus tierras, un viento fuerte azotaba toda la cordillera. Pero nuestro valeroso guerreo cobraba fuerza en cada paso y ningún viento o amenaza impediría lograr que le devolvieran sus tierras...
Fin.
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