Ya no le importaba ser amada, tenia largas charlas con la luna, quien repetía, era la única que la entendía, la única que no la juzgaba; cuando las nubes y la lluvia la cubrían, Martina la dibujaba en una libretita que se había comprado para escribir poesía. Nunca escribió, ya nada le salía, pero ella, lejos de acongojarse se llenó de calma, pues era prueba inequívoca de lo poco que le importaba dar explicaciones. Esas se las llevo algún viejo viento, y ninguna brisa se merecía una sola palabra.
Aldo ya tenía el corazón de hierro, lo había forjado la dureza de todos los besos que le dieron, divididos entre tantos labios que él, no quería contar y no se quería enterar. A quien sabe demasiado, le cuesta perdonar. Y él era un erudito en los amores imposibles, pero autodidacta del olvido, siempre los ahogaba en un solo trago. ---Un tequila por cada cien besos--- decía,
---Siempre me terminan debiendo, pero es así y está bien; en el amor seré un tonto, pero nunca un fariseo.
Martina un día dibujó el sol sin darse cuenta. Su mano, guiada por una fuerza de la cual no era consciente, la hacia sonreír, le quitaba la amargura. Le recordaba que la luna aunque fluctúa, es la misma en esencia y que el viento se renueva en cada esquina, y cada trazo era armonía. Dejó los sombreados y llenó todo de color.
Aldo, mientras paseaba, la miró sentada. Quedó con la mirada endeudada, su sonrisa le dibujó una a él. Le inspiró un poema y se lo mandó con el mesero: "sus ojos tienen café y yo, soy azúcar" a ella le causó gracia su astucia y desatino. Le mandó otra nota: "venga, tomémonos un tinto". Charlaron largo rato y supieron que el desacato a la tristeza, había sido una buena inversión en ese día en el que conspiraron las ganas de hablar, con las de querer ser escuchado.
Autor: Oscar Acosta
Editor: Sophie Herob
Me ha encantado, Óscar. Soy Salva. 😊👏👏