Colaboración Poética de Gioconda Burgos y Juan Carlos Ruache
Arribó un blanco
sin equipaje,
sombrero claro,
su vida atrás.
Llegó a buen puerto
tras largo viaje,
halló el olvido,
oyó un compás.
Siguiendo el rastro
cruzó dos calles,
ambiente alegre
pudo encontrar:
-Échese un palo e’ ron
musiú.
¡Que hoy estamos
de San Juan!
Mire que aquí
en Barlovento
los tambores y el velorio
se tienen que respetá.
San Juan to’ lo tiene
San Juan to’ lo da…
Servido un vaso
espirituoso
sonrisa fría
logró borrar.
Pasado un rato
con buena gente
tuvo acogida
como uno más.
Fijó su vista,
belleza negra,
muy decidida
viste coral.
Su baile intenso,
suenan las pieles
de los tambores
ritmo vivaz.
¿Quién te lo iba a decir
Antonio Blanco Albariza?
San Juan to’ lo tiene,
San Juan to’ lo da.
María Salú
la llamaban,
negra color dulcito,
como si fuera miel,
tallo de caña viva
y recién mojada,
asombro
para su tierra con sed.
Aceituna negra su cuerpo,
aire denso el de su danza.
Al sonido del tam, tam,
paroxismos de pasión
le arranca,
entre un vaho de hoguera
y tambor,
sobre la plaza ondulante
su risa de hombros desnudos
turbó la brisa errante
en arrebato sordo de amor.
En su sonrisa
halló un conjuro,
despertaba ella
su insensatez.
La noche limpia,
brillaban puntos,
se fue la pena,
se van los pies.
¿Quién te lo iba a decir
Antonio Blanco Albariza?
San Juan to’ lo tiene,
San Juan to’ lo da.
-Soy de ultramar,
vendí mis tierras,
dejé allí todo
por conocer-.
Sierva parezco -le dijo-
mas soy soberana,
soberbia es la piel de mi atavío,
y sépalo, usté, bien mío,
claridad enterita pa’ su mañana.
-¿Te quieren, negra,
flor tan espléndida,
raíz de selva,
lluvia a la sed?
Aquí en tu orilla,
de ti tan cerca,
siento mis ramas
reverdecer.
En tu cintura
me agarro al mundo,
a la ternura
de amanecer-.
Lienzo de belleza fiel,
se derramaron en color
de mágicos pinceles…
¿Quién te lo iba a decir,
Antonio, que en las Américas
una negra tan resuelta
te querría de pareja?
Ella,
transformó los rojos
en opulencia de claveles.
Él,
sus cayenas silvestres
en trepidantes llamas.
Y la locura de un azul
creció
en florida enredadera
que al viento
los sintió temblar,
desnudos,
entre sus ramas.
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