top of page
Foto del escritorSocioEscritores

Grupo Philia - Poetas en Soledad

Colaboran: @enora_d, @SPerizN50, @emilio428665565, @Andres8342 y @misletrasnuria1 


Estaba entre las cuatro paredes, una lamparita y su paquete de tabaco. Eran sus compañeros de viaje en ese mundo tan lejano de la vida cotidiana. Apenas salía, salvo para cubrir sus otras necesidades básicas. Y luego volvía a entrar. Era su vida, escribir todo aquello que por la cabeza le pasara. Apenas conocía nada más. Y así, pasaba los días en su madriguera.

Todo lo que él poeta toca, se desvanece entre sus manos imperfectas. La incertidumbre que llevaba en la maraña de entresijos de su mente lo descolocó abrumado por sus emociones. El viento silbaba como si quisiera avisarle que un largo precipicio lo separaba de la pluma y sus escritos, más bien efimeros y fugaces.  La cerrazón de sus pensamientos lo dirijian por una clásica vereda de agónicos sentimientos; las paredes  de su hogar chirriaban como si fueran bisagras oxidadas; la soledad ganó. En aquella inverosímil situación sólo podía seguir escribiendo o ser consumido por la melancolía acurrucado en un rincón, medio a oscuras y esperar un milagro que le traiga inspiración. La fuerte tormenta no ayudaba y una fuerte ventolera abrió la boadilla desordenando todos los papeles, ya escritos que tenía apilados, con lo que su mal era aún mayor. Y en ese momento alguien llamó a su puerta... Extrañado, abrió el cerrojo y el olor a agua de Luna embriagó la habitación. La abrazó con fuerza pero ella con la mirada cargada de decepción se zafó de él. Volvió a intentarlo y esta vez, su musa le acarició el cabello e iluminó la lobreguez de la noche con su tierno beso. El poeta tatuó versos en su piel para que el viento no se los llevara y con el nacimiento del sol, se despidió de ella con la promesa de no volver a darle la espalda escribiendo palabras sin vida, alimentadas de desasosiegos y acunadas en la soledad exánimes de arrullos. Palabras vacías de sonrisas y de ojos soñadores. Hasta que un buen día decidió aparcar aquella vida de poeta enclaustrado, que solo vivía por y para sus escritos, y se fue a su casa al lado del mar y practicar su otra pasión, navegar en su barco, un barco pequeño, viejo, pero que para él era como un yate de lujo. Solía decir que no hay nada más relajante no más liberador de estrés para él, que ver anochecer y ver amanecer en alta mar, en su viejo y pequeño barco velero, al que llamó al comprarlo, Oasis.


Foto: pexels-skitterphoto-845

37 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page