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Noelia caminaba a pleno sol. Cansada, canasto en mano se dirigía lentamente al lugar donde confiaban y recluian a quienes estaban en contra de un sistema deteriorado. Solo le permitían que llevase una hogaza de pan, una botella de leche, queso y un trozo de tocino. Antes de ser entregado todo era revisado por los celadores sin guantes. A veces, alguno de ellos le miraba de forma lasciva y sentía un pánico atroz.
Al llegar a las puertas del lugar, una hilera de personas ya esperaban la apertura de las puertas. Cuando esto ocurría, se mencionaba los nombres de los recluidos y solo les permitían verlos dos minutos. Después, de nuevo; el camino de la congoja y el silencio y debía esperar otro mes de tristeza y amargura.
Un lugar donde poder liberarse y sus penas y dolor sacar debido a las múltiples restricciones del mundo en el que vivían. Donde la gente era llamada una vez al mes para sólo 2 minutos. Los ciudadanos prácticamente esclavizados y amordazados, con todo tipo de medio de comunicación e información prohibido. En la televisión sólo podía verse un canal y el programa que el Gobierno aceptara y sus mensajes.
Ya no había periódicos, las redes sociales e internet también estaban prohibidos y la gente no podía establecer ningún tipo de queja. Sólo vivir en silencio al servicio de los superiores de cada distrito o morir en la cámara de gas.
Como en un bucle se sucedían los meses, un bucle infernal de silencio, soledad e incertidumbre. La crítica al Gobierno era un delito y se pagaba con la muerte en su Código Penal. Así que con este escenario vital, Noelia se tenía que tragar sus palabras, no podía expresar lo que pensaba sobre aquél despótico poder, que había creado una sociedad sometida al chantaje del uso de la fuerza.
A pesar de esas durísimas circunstancias, Noelia no se resignaba y organizó en secreto un movimiento resistencia pacífico, reclutando muchos adeptos en poco tiempo. Una resistencia secreta, pacífica y clandestina que se reunía en una remota cueva bajo el manto de la noche. Una resistencia clandestina que sería el germen de un Gobierno provisional si la dictadura perdía el poder. Aquélla remota, fría y sucia cueva, llena de excrementos de murciélagos, aquélla cueva era el único lugar donde la libertad , la libre opinión existían en todo ese país.
Las estrellas brillantes se mostraron tímidamente entre la niebla que cada noche era menos densa. El frío invierno llegaba a su fin y la primavera nació con el mismo silencio pero con diferente olor. Aquella mañana, la estruendosa sirena avisó para que formaran fila y así, emprender el camino. La brisa mecía las ramas de los árboles, acunando al tiempo y la esperanza alzó el vuelo.
Noelia caminaba con paso sereno, sintiendo la seguridad de las miradas cómplices, con la mano en el bolsillo, apretando con fuerza la última nota que le había escrito su padre antes de marcharse y que había escondido con celo durante años, "Mi colibrí, nunca dejes de contar estrellas. Volveré".
Llegaron al recinto y comenzaron los llantos con cada nombre proclamado. Noelia fue nombrada la cuarta y un grito desgarrador enmudeció los llantos. Ella alzó la vista y allí estaba él. Noelia seguía caminando en pleno manto de la noche. Nunca daba su brazo a torcer ante la injusticia del poder que había impuesto su voluntad a su pueblo a base de leyes férreamente abusivas y dictatoriales, con el único propósito de enriquecerse con el esfuerzo y sudor de su ya castigado pueblo, con el agravante de haber suprimido la libertad de expresión y de culto. Un pueblo ignorante, era la sabiduría diabólica del poder.
Pero Noelia seguía sin resignarse ante tal atropello y cada vez, tenía a más gente a su favor. Gente cansada de abusos sin poder responder por miedo a represalias. Había que ir a por todas para hacer caer a ese poder tiránico y diabólico que ponía en serio peligro al conjunto de la humanidad.
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