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Cuento: "El Aullido del Recuerdo"

Autor: Oscar Acosta - @oscarnavi084


El aullido que reinvento todo el universo, fue silente, inexpresivo pero en extremo poderoso. El padre lobo se limpió los dientes después de la gran cena donde devoro a toda oscura criatura que se había salido del equilibrio de la montaña. Y así comenzó todo de nuevo.


Esa era la leyenda que una y otra vez se narraba a la manada en las noches de tormenta cuando el gran trueno asustada a los más chicos, eran épocas de felicidad, aunque uno realmente nunca es consciente cuando es feliz, solo se entera en sus recuerdos cuando mira hacia atrás y las tripas se retuercen sin haber tragado nada que este podrido, son solo recuerdos.


Pero ya mis garras no abrazan más memorias ni lunas lejanas, mi aliento está en búsqueda de algo más importante, de un renacer en medio de este oscuro bosque, donde nuestra manada se vio forzada por el coyote del miedo a dispersarse. El poder de la manada siempre está en la unión, por eso, separarnos era el mejor y más siniestro plan. Nos obligaron a usar bozal, por ser peligrosos, para el reino. Ningún amo quiere un “perro” que lo muerda, pero nosotros no queríamos amos.


Sin embargo cuando pasaron las lunas y se nos olvidó cazar, tener un amo parecía una idea reconfortante, un sitio caliente y seguro donde dormir, lejos de la oscuridad y de los peligros de la montaña. Hacer un par de labores siempre ser obedientes sin gruñir y soportar con paciencia a los cachorros humanos. Al principio los que se hacían viejos se retiraban, tranquilos en un rincón de las cuevas humanas, donde nadie lo molestaba salvo para llevarle comida o para dar un fuerte ladrido a algún extraño. Pero con el tiempo esta tradición se rompió y quienes se hacían viejos o enfermos eran tirados a las calles sin comida ni refugio y sin idea de cómo cazar pues eran hijos de lobos ya domesticados que nunca supieron cómo hacerlo. Fueron muchas las veces que mientras jalaba del trineo de mi amo veía a antiguos compañeros de batalla caídos en la desgracia de la soledad, y es que un lobo solitario y carente de habilidades es solo un montón de carne para los cuervos.


Pero en las noches más frías cuando mi aliento se confundía con la niebla y mis ojos se llenaban del agua de los ancestros, sentía un llamado místico, un aullido que aunque silente se sentía como mil tambores en mi corazón y mi sangre sentía una felicidad de otros tiempos de los cuales me sentía ajeno pero a la vez participe y mis garras inquietas dibujaban lunas inquietantes, lunas mensajeras de otras garras que fueron libres y querían enseñarme el camino de regreso a casa.


¿A casa? ¿Pero no estoy en ella acaso? Mis orejas vibraban como una brújula que había estado mucho tiempo descompuesta, y el miedo a tantas extrañas preguntas sin respuestas se apodero de mí en ese momento, haciendo que la magiah que había olido mi hocico desapareciera. Y me quede de nuevo con frio y con el agua de los ancestros en mis ojos.

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2 comentarios


Impresionante Oscar, muy bueno 👏👏👏

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25 dic 2020

¡Olé Oscar! 👏👏👏👏

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